El mercado de la energía implica riesgos que podemos mitigar compartiendo información y estableciendo acuerdos comerciales.
Para contratar energía hay dos modelos básicos que dependen de las necesidades y particularidades de la operación de cada cliente: Pague lo contratado; con cantidades fijas que se deben pagar, consúmanse o no, y Pague lo demandado; en el que se factura lo consumido durante el mes (también existe una tercera forma, Pague lo generado, aunque no es la más aplicada).
En la modalidad Pague lo demandado, el control del consumo está
del lado del comprador y por eso conlleva un riesgo implícito para
los comercializadores como ISAGEN: si un cliente varía
sustancialmente su consumo promedio (lo aumente o disminuya)
puede suceder que ISAGEN tenga o no disponible la energía
requerida. Lo anterior implicaría que como comercializadores
debamos ir a la Bolsa de energía a comprar el faltante (si hay
aumento del consumo) o a vender el excedente (si hay
disminución del consumo) a precios diferentes a los acordados.
Es por lo anterior que en ISAGEN hemos venido aplicando en los
últimos años un modelo de “límites de consumo”, el cual busca
llegar a un acuerdo con nuestros clientes sobre una franja
mensual de consumo, de forma que tengamos una mayor certeza
sobre lo que va a consumir y así poder hacer una planeación
responsable de nuestra energía comprometida y acotar el riesgo
de sobrecostos o pérdida de ingresos por este tipo de variaciones.
Dentro de la banda acordada, el precio de cada kWh es el precio
pactado en el contrato, por fuera de ella los precios cambian, pero
también son conocidos y acordados en el negocio comercial.
Este modelo es flexible y se puede renegociar durante la vigencia
de los contratos. La información que recibimos de cada cliente
es manejada con la mayor confidencialidad y la única finalidad
del esquema es mitigar algunos riesgos para seguir siendo una
empresa sostenible, mientras mantenemos el nivel de cobertura
de los contratos con nuestros clientes.